viernes, 13 de febrero de 2009

Extracto de la Novela "Carhué" por Leandro Vesco

EL ERUCTO FLOTANTE




Gastón Partarrieu es un gauchazo, una excelente persona y es la memoria de Carhué. Con él el paso del tiempo se asegura que la historia tiene un aliado. Es el director del Museo y además, hijo de don Partarrieu, dueño y panadero legendario de la Francesa, la panadería más importante en Carhué, y esto no es poca cosa. Desde 1884 está en San Martín al 1000 entyre R. Sáenz Peña y Pellegrini. Gastón trabaja allí y en el Museo y sus días son los de un ejecutivo de alguna ciudad capital. Anda de acá para allá, y todo el tiempo está haciendo algo por su Museo y por Carhué, nadie sabe más ni tiene mejor memoria que él, y para hacer un cuadro completo de este hombre con todas las letras, es un gran amigo y le gusta el buen vino.
Gastón escribe en Nueva Era, presenta libros, habla con los turistas en el Museo, conoce como nadie los secretos de la Villa Epecuén y de ese lago que domina la vida de la zona, y reparte el pan de la panadería familiar. Si uno le pregunta dónde estaba el fuerte General Belgrano, él no sólo te lleva al lugar, sino que te hace un recorrido histórico hasta quedar completamente saciada tu duda, si necesitas saber qué marca de vino se tomaba en 1911, es capaz de buscarte una botella de ese vino para que la veas y la sientas. Tiene sabiduría y un enorme conocimiento de la historia carhuense. Ese es su don, la memoria y la capacidad de leer y recordar todo, demás está decir que sobresale en una sociedad que no puede hacer más verlo y saludarlo y desearle buen día, ya que Gastón está siempre metido en algún proyect y siempre, sin tiempo. Aunque, como los hombres talentosos, se hace tiempo para todo, y disfriuta de los asados con amigos. En el Museo tiene que soportar la presión del Dr. Alfredo López Lecubé, pero tiene libertad y es un gran empleado que sabe muy bien hasta qué punto tirar la cuerda, en definitiva, es un personaje de Carhué que en algún momento tendrá su merecido monumento. Carhué no sería igual sin él, la ciudad le debe mucho.
Nadie más sabe sobre el mal de soda y las consecuencias que ha tenido en la historia. El mal de la soda es probablemente uno de los misterios más grande de Carhué. Los primeros habitantes que caminaron la zona de Mesallé, tuvieron las primeras experiencias de este extraño fenómenos que nadie ha sabido explicar y que en aquel entonces, era de esperar, se adjudicaba a una mancia natural. Los pampas de Mesallé venían regularmente al Epecuén para flotar en sus aguas. Gastón Partarriue ha sido el primero en investigar estos hechos que han quedo registrados en algunos diarios de viajeros de la época y en las actas de juzgados de paz de a región, así, aparece el primer suceso referido al mal de la soda que a su vez nos hace pensar que existía con anterioridad. En 1886 se denuncia que un grupo de indios, quizas los últimos sobrevivientes de esta región y unos cinco gauchos luego de permanecer por varias horas en el lago salen con síntomas extraños como cambios de voz, tembloñres y “alunados van por todo el pueblo haciendo estragos” en el mismo hecho se refiere que entre los indios no era nada anormal porque en la antiguead “los padres de sus padres entraban en trance con el agua del lago” Dos años más tarde se repite el mismo hecho pero al parecer con mayor peligrosidad porque consta en el juzgado de paz que los vecinos de Carhué se unieron y patrullaron el rancherío armados para protegerse de un curandero que andaba con un grupo de gente, luego de zambullirse al lago, salían del agua “transformados” Este grupo de personas respondían a una persona que se hacía llamar “el médico del agua fría” y su método consistían en hudir al enfermo en una bañadera con soda del lago fría, al parecer luego de esta zambullida el convaleciente sufría un trance y la enfermdad se iba. Pero hay varios enfermos que no resistieron esta inmersión y murieron, por eso este sujeto tenía pedido de arrestro por ejercer en forma ilegal la medicina, y así, a lo largo de la historia se puede ver de forma directa los efectos del mal de la soda. En los últimos años, y gracias al empeño de Gastón Partarrieu se hizo un relevamiento a todos los bañistas del lago y turistas que llegaron en las última temporada para ver las experiencias de cada uno, pero mucho mejor para recabar datos sobre hechos relacinados al mal de la soda que hallan pasado en la antigüedad, bajo formas de anécdotas familiares o de relaciones de amistad. Este extenso trabajo, producto de más de 1000 entrevistas, se presentó en el Museo y fue el propio director quien expuso los resultados. El trabajo, que se puede conseguir en el Museo, se llamó “El Mal de la Soda, el caso del Palacio Gallo, sus repercusiones en Carhué” donde Gastón relata lo sucedido en el histórico palacio Gallo, y en donde se sucedieron una serie e desafortunados hechos relacionados con el mal de la soda que terminaron con la demolición del palacio. Fue la residencia de Levalle cuando en 1882 aún permanecía en la ciudad para ver de cerca la construcción de Carhué, pero tambien para darse los baños en una pequeña pileta que se hizo hacer dentro de la residencia, allí bebía de esa soda a la vez que la usaba para renovar las energias, según cuentan que su hija en el lecho de muerte, cuando Levalle estaba en Buenos Aires, le pidió que le trajera soda del lago para hundirse y morir bajo los efectos del mal de la soda. Aurelia Levalle, no accede a los pedidos de su padre y en 1902 muere. Al parecer, muy apenada por esto, Aurelia junto a Pedro Gallo, regresan a Carhué y comienzan una serie de reformas al caserón, principalmente, hacen una habitación con una pileta techada en donde ponen soda del lago para realizar allí baños, quizás Aurelia intentó de esta forma homenajear a su padre, pero no fueron felices los años alli de la familia porque se rumorea en las calles de aquella Carhué que era más que unas pocas cuadras de casas precarias que el matrimonio regularmente tiene peleas y se oyen toda clase de gritos a toda hora, según se puede saber, los gritos eran de Aurelia Levalle y provenían de la pieza en donde tenían la pileta con soda del lago. Fuentes de la familia Gallo aseguran que había días que se quedaba horas enteras bajo la soda epecuense y entraba en ataques de llanto y desesperación. Alrededor de 1895, con Levalle vivo pero en Buenos Aires en el palacio sucedió un episodio misterioso, Aurelia se quedó accidentalmente por más tiempo en la tinaja de su padre con soda, y entró en crisis, al parecer bajo los efectos del mal de la soda, queriendo matar a su sirvienta. La joven, descendiente de indios ranqueles, se fue corriendo y el hecho tomó estado público cuando los vecinos se enteraron y marcharon armados a la residencia donde, según algunos, se oyen disparos. Pedro Gallo tuvo que salir a explicar y al parecer logró el objetivo de frenar la escalada de violencia. Años más tarde, la situación lejos de mejorar, empeora con la muerte del Levalle, Aurelia no enecuentra consuelo y en 1908 la familia Gallo Levalle abandona el palacio y Carhué. Cuenta Partarrieu que desde ese año hasta 1924 no hay registros de alguna actividad en el palacio, al parecer, y a juzgar por ese vacío, podremos decir que permaneció cerrado. Demasiadas cosas habían pasado bajo esas paredes de casi un metro de espesor. Hay que esperar a 1924 para volver a saber del palacio, en ese año fue comprado por una sociedad que lo usó como hotel, realizandole muchas mejores y dejandolo como un verdadero palacio. El hotel, por razones obvias se llamó “El palacio” y fue el primero en Carhué que ofrecía una pileta con soda del lago, pero el emprendimiento no funcionó, sabemos que los problemas con el mal de la soda fueron las razones por la que en 1929, el hotel cerrara y a juzgar por un aviso aparecido en el diario El Pueblo, se ofrecía en alquiler. Al año siguiente se produce el remate judicial y el palacio pasó a manos de Blythe Simpson y durante quince años queda totalmente cerrado al público y en estado de abandono. La fama del palacio Gallo no era muy buena y muchos aún pueden recordar las anécdotas que se contaban en Carhué, la más conocida relataba la presencia de una dama que se paseaba por las ventanas llorando, siguiendo con la versión popular, se trataba del espíritu de Aurelia Levalle. Lo cierto es que, fantasmas o no, nadie quiso habitar el palacio y en 1946, con la explosión del turismo en la Villa, y debido a su excelente ubicación, cercana a la estación de ferrocarril (el palacio se hallaba ubicado en el predio de cuatro manzanas que iban desde el boulevard Alsina a Roque Saénz Peña hasta Laprida a Ramón Razquin, teniendo su por Pelegrini) el lugar está en la mira de muchos para realizar una demolición con el fin de lotear terrenos para la construcción de casas. Pero el comisionado local Eliseo Rettori interviene y manda al ejecutivo provincial el proyecto para que se lo declare patrimonio histórico, tramite que no fue aceptado. Es de suponer que algo sucedía con el palacio porque su suerte estaba echada. Cansado de no poder usarlo ni venderlo, su propietario, Blythe Simpson lo vende a una compañía de demolición de Buenos Aires quienes en 1950 proceden a la demolición total el palacio, según cuentan, fue arduo el trabajo porque las paredes no podían destruirse por la picota. Parecía que el palacio se defendía de la acción porque resultaron heridos muchos obreros y surgieron un sin fin de inconvenientes, enfermedades, accidentes y toda clase de hechos muy difíciles de explicar con la lupa de la razón. La compañía, ante estos sucesos decide dejar la demolicón al ras de sueolo porque la base del palacio era irrompible. Así fue que en 1953 se talan sus jardines y se produce la venta de 128 lotes en lo que fueran las cuatro manzanas del predio.
El mal de la soda ha acompañado a Carhué y a la ahora inundada Villa Epecuén desde el inicio de su historia, aunque desde la tragedia de 1985 la composición del agua del lago tuvo un ligero cambio con la legada en masa de tanta agua dulce, por lo que el efecto se fue atenuendo y en nuestros días es menor. Pero qué es el mal de la soda:
Es común aquí que todos los hoteles tengan una pileta con soda del lago. Allí los turistas se dan su chapuzón, experimentan la flotación y se les enseña a hacer la terapia del eructo flotante, pero no en todos los hoteles la soda está a la temperatura justa ni tampoco en todos la terapia es hecha como se debe hacer, con cuidado y en el momento justo porque puede causar alguna la indeseada consecuencia del mal de la soda, perjudicial al organismo. La soda de Carhué es curativa y de eso nadie puede dudar, pero todo lo que hace bien hace mal si uno se excede, por eso no se recomienda una inmersión no mayor a treinta minutos, debiendose realizar el eructo flotante en la última etapa de la misma, y no más de una vez porque la concentración de sal y de gas carbónico del agua es tal que produce el efecto conocido como mal de la soda, y tan frecuente entre los turistas que visitan por primera vez nuestra ciudad: la perdida temporal de memoria.
Hay hoteles en donde la soda presenta mayor concentración de gas y fundamentalmente está artificialmente calefaccionada, el efecto que nosotros hemos dado en llamar “mal de soda” se presenta con más contundencia, es decir, que una vez bajo esta secuela la duración en el tiempo es más larga, por eso hay que ir a hoteles en donde exista la seguridad de la presencia de algún clase de atención médica y terapéutica idónea, y en donde la soda no se halla a elevada temperatura, y sólo cuando se está seguro de poder dominar el eructo flotante hay que realizar esta saludable terapia que garantiza no sólo un relajamiento de los músculos sino hasta milagrosas curaciones de una ampia gama de enfermedades.
¿Cómo se debe hacer el eructo flotante?
La inmersión debe hacerse gradualmente, los hombres en shorts y las mujeres en mallas enterizas, una vez que se tiene todo el cuerpo en la pileta, hay que buscar la flotación, y por lo menos quedarse en ese estado por veinte minutos sin beber ni un sorbo de soda, hay que flexionar y extender el cuerpo, abriendo las extremidades como buscando la unión entre los brazos y los piernas, haciendo un imaginario y lento, pausado círculo. Se sentirá una leve y clara sensación de levedad, como si el cuerpo no pesara nada, cuando se siente esa laxitud entonces hay que mover muy despacio la cabeza hasta buscar la soda, beber un trago de soda, volver a rotar la cabeza a su posición original, es decir de cara al cielo, hacer un buche, tragar la soda y eructar con la menor timidez posible, abriendo bien la boca pero también dejando atrás los prejuicios, estamos hablando de una terapia y no juzgando una conducta, dejar entonces que el eructo salga con la mayor libertad posible, para que de esta manera el aire que expulsa el cuerpo contenga la mayor cantidad de gérmenes. Cuanto mayor y màs real es la libertad con la que se produce el eructo más grande es la purificación conseguida por medio de la soda del lago Epecuén.
Pero si se hacen dos eructos con un tiempo corto de ejecución entre ambos, es probable que se produzca el mal de la soda, o por ejemplo si uno trata de meter la cabeza bajo el agua, o si se nada tambien debajo del manto de liduido por espacio de más de media hora, allí es cuando se produce el mal, y una vez fuera de la pileta, se tenga el indeseable defecto de la perdida temporal de la memoria, si se respetan estas normas, la mágica soda del lago no tiene ningún efecto adverso, todo lo contrario, es milagrosa y purificante, dadora de vida y custodia de la salud humana, pudiendo el visitante realizar la cantidad de eructos que su cuerpo pueda sostener, de ahí que la purificación ideal es la inmersión en el lago. La soda necesita del cielo abierto para completar su círculo virtuoso saludable.

1 comentario:

gM dijo...

Coincido plenamente. Partarrieu es un Señor, lo que se dice "un cavallero"
Conocí y comprendí mucho más de Carhué, Epecuén y partidos lindantes gracias a él.
Estoy en deuda con él. Y con Carhué.

gracias