sábado, 5 de julio de 2008


EL TENIENTE CORONEL LEVALLE AÚN PERMANECE EN SU PUESTO

La figura imponente del fundador de Carhué, el Teniente Coronel Nicolas Levalle, en la genial obra de Rodolfo Pichón Gomez, inigualable artista que descolló no sólo en el ámbito local, sino en todo el país y en el mundo entero. La obra está ubicada en la Plaza Levalle, centro cívico de Carhué, desde allí el aguerrido soldado que fue y líder indiscutido de la toma de estas tierras, parece aún dominar los destinos de sus hijos, los habitantes de su querida ciudad, que fundó y que vio crecer. La mano genial del Artista le da a su figura un gesto de tal realismo que es imprescindible mirar varias veces la estatua para ver si de verdad no es el mismísimo Levalle quien se empeña en ser inmortal y en cumplir su misión: permanecer en Carhué para asegurar la soberanía nacional.


viernes, 4 de julio de 2008



LOS PUEBLOS DE ADOLFO ALSINA



El partido de Adolfo Alsina fue creado según Ley 1827 del 28 de julio de 1886, su nacimiento y posterior desarrollo estuvo muy ligado a la conquista del desierto, estas tierras fueron la avanzada de la tropa nacional y dentro de sus límite se establecieron fuertes y fortines, la dilatada llanura, el horizonte infinito, los médanos, los espejos de agua y la pampa fértil hicieron de estas tierras un lugar propicio para el crecimiento de algunos pueblos. Argentinos e inmigrantes se le animaron a la soledad, la distancia y al cielo profundo y comenzaron a adentrarse campo adentro. En principio los soldados de Levalle se establecieron en lás márgenes del lago Epecuén, y ya sin el temor al malón se inició el nacimiento del pueblo de Adolfo Alsina, con los años Carhué. Pero más allá de esta, bordeando el lago, y en los confines mismos de la provincia de Buenos Aires, se fueron formando pueblos, villas, parajes y rincones que veían prosperidad y trabajo en esa tierra que al principio costaba, pero que regalaba sus frutos. Tres líneas férreas cruzaban estos llanos donde hacía pocos años la tribu de Calfucurá había tenido su base, llanos que parecían deshabitados y casi vacíos, aquellos primeros pueblos eran puntos en el mapa nacional en las puertas del reino pampeano donde el pampero es amo y señor, y las soledades se trasladan como medusas por el cielo de la frontera. Las tranqueras se alineaban para ordenar un poco los dominios de los primeros visionarios que aceptaron el reto de formar este partido. Las vías del tren y los caminos vecinales que unían los campos, fueron juntando las familias. La estación de tren, tenía su jefe de estación que muchas veces vivía solo, y que desde siempre era el máximo responsable del cuidado de ella, y manejaba el telégrafo, única vía de comunicación con el plus ultra allende los campos interminables, pero muchas veces después de una tormenta, los cables se cortaban y había que esperar meses para la reparación, junto a la estación también había un destacamento policial, generalmente con un policía y esta fue la base de los pueblos del partido, si la estación prosperaba, algunas familias se animaban y no sin cierta valentía, los hombres levantaban ranchos y se aquerenciaban con el lugar, era entonces donde alguien veía el comercio y ponía una pulpería, que era el punto de encuentro de peones y estancieros por igual, los caminos eran apenas un sendero al que los primeros autos recorrían lentamente, y entonces, la pulpería ponía un surtidor de nafta y el pueblo ya tenía más movimiento, más importancia, y también se abría un taller mecánico, y así, poco a poco hombres y mujeres se fueron acompañando en un mismo punto al que alguien luego bautizaba como pueblo, y ese punto que apenas se distinguía en esa llanura indomable aparecía en el mapa de nuestra patria. La tierra y la vida dura que llevaron los primeros habitantes en estos parajes tenían la recompensa de la paz, la tranquilidad y el trabajo, entonces vivir en un lugar así no era visto como un retraso, las grandes ciudades estaban lejos y no atraían tanto como ahora, en los atardeceres en donde el cielo regalaba tantos colores también se veían las promesas, los logros y la prosperidad. Los pueblos eran los ejes de un modelo de desarrollo que los incluía, fueron fundándose y desde los campos la gauchada se afincaba dentro de estos pagos chicos, pronto las familias apostaban al futuro y llegaban los niños, entonces se hacía una reunión entre todos los vecinos, entre todos levantaban un rancho de material y llamaban a la autoridad para que se apersonara algún maestro. Los maestros dentro de este escenario rural debían no sólo educar a estos argentinos, futuros peones o chacareros, sino guiarlos por el camino del bien, del trabajo y la responsabilidad. Los pueblos chicos hicieron la historia del país, y los que se levantaron en el partido de Adolfo Alsina se diseminaron por los cuatro puntos cardinales, formando un circuito productivo y espiritual, las vías férreas los comunicaban unos con otros y las familias y los amigos y el trabajo podían trasladarse dentro de sus márgenes. Pueblos que muchas veces eran apenas unos ranchos, pero que significaban mucho porque servían como estafeta postal, o como medio para llegar a médicos… así fue cómo se levantaron los pueblos del partido, Estación Gascón, Carhué, Arano, Avestruz, C. Gorriti, Cañada Mariano, Delfín Huergo, F. Murature, La Pala, Leubucó, Lapin, Los Gauchos, Maza, Rivera. Tres Lagunas, Thames, A. Vatteone y Yutuyaco, algunos de ellos permanecen en pie y continúan por la senda cada vez más difícil del progreso dentro de un país que no los incluye, y luchan por estar dentro del mapa argentino, otros en cambio, han sufrido la inundación del tiempo, del olvido, o del agua, y han desaparecido, quizás para siempre. Fueron escenarios de lucha y perseverancia, de logros y de frustraciones, en ellos, hubo familias que crecieron, otras que no lograron hacerlo, pero en los pueblos perdidos del partido de Adolfo Alsina, germinó la vida y ahora sólo quedan las ruinas de esos días en donde el tren y el horizonte formaban una pampa de prosperidad que nunca debimos permitir que se nos la llevaran.